Philippe Grandrieux I Francia I 90 min I 2008.
Lo de Philippe Grandrieux es algo inclasificable, reticente a la descripción por lo que no sé que tanto puedo hacer para encorsetarlo en palabras. Proveniente del videoarte, su filmografía se resiste toda idea de gusto o disgusto, de entretenimiento o intelectualismo. Más que al cerebro o al corazón, sus películas apuntan directo a las tripas y ahí se quedan. En este sentido, al igual que el resto de su obra, Un Lac es singular. Tiene su propio tiempo, su propio latido y si bien carece casi de diálogos; en su lugar, sus movimientos están impregnados de una gran vitalidad musical. Una música incómoda y a la vez familiar. A veces armoniosa, otras disonante, y que depende tu estado puede capturarte y resultarte hipnótica o ir decayendo hasta volverse una superficie fría e insípida como una plancha recién desconectada.
Si Sombre (1999) apuntaba a captar las energías malignas de un asesino serial, acá no hay una distinción entre bien o mal. No hay moral. Un Lac es un film sobre las energías más primitivas y genuinas de la naturaleza: las pulsiones. Es vibratoria, temblorosa, cabalga al compás de las respiraciones, los gemidos y el viento. Todo se sacude y agita como si la cámara misma hubiese sido contagiada por la epilepsia de su protagonista Alexi. Y qué decir del paisaje. Es la definición cabal de lo sublime. La potencia de la naturaleza enfrentándose al pequeño ser humano. Y no hablamos de una postal reposada, medida, vendible. No, para nada. Hablamos de un espacio inhóspito, nevado, inabarcable, amorfo como una masa blanca que leuda según sus propias energías internas.
Habiendo visto algunas de sus, puedo sacar una conclusión: el cine de Grandrieux es el arte de filmar lo invisible, y me refiero a "eso" invisible, lo que desde el origen de los tiempos construye, lubrica, mueve y hace mover los engranajes del universo.
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