El segundo largometraje de Hal Hartley, director estadounidense del cine indie de los años 90s, muestra un balance exquisito entre los monólogos algo existencialistas que suelen habitar la Nouvelle Vague y la austeridad -pero no por ello dejando de ser una belleza- de la estética del cine yankee.
Trust es la historia de una joven que se encuentra terminando sus estudios secundarios pero que queda embarazada del típico narcisista inflado en anabólicos del ambiente del futbol americano. Algo similar con lo que sucede con el ambiente rugbier por estas latitudes.
Paralelo a estos hechos, se narra la historia de un joven-adulto sometido a la carga de un mundo laboral, que empezaba a mostrarse totalmente inerte producto del avance de la homogeneización global que solo trajo tedio y angustia. De hecho, su primera escena es renunciando a la empresa donde trabaja, la cual fabrica televisores, por sus valores éticos en los que rechaza a la televisión llamándola opio de los pueblos.
El mundo de estos dos personajes se cruzará para lograr un punto de confianza para ambos en donde reposaran su existencialismo en un marco desgarrador de violencia familiar, intentos de violaciones y un aborto por delante.
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