La primera entrega de la trilogía de los colores, escrita y dirigida por Krzysztof Kieślowski nos trae consigo una especie de condensación sobre las ideas y conflictos internos del director polaco.
Característico por su recurrente existencialismo y dilemas morales nacidos en el hecho de haber vivido la caída soviética en carne propia, el director nos ofrece su visión de libertad, igualdad y fraternidad guiado por la también influencia recibida por Francia.
En esta entrega, Julie -interpretada por la gran Juliette Binoche- es quien lleva adelante toda la construcción de las contradicciones que surgen en el hecho de la propia libertad luego de que un accidente la dejara sin su marido y pequeña hija.
En este caso y siguiendo las ideas de Sartre, Kieślowski pone en cuestión los limites de la libertad y la influencia negativa que existe en la subjetividad personal de cada unx. Una relectura sobre la idea de que ser libres nos codena eternamente. Y esto recae en cada milésima de segundo en la que la vida te enfrenta a una idea donde la disyuntiva nace y se lleva consigo todo un conjunto de escenarios posibles.
Una película donde la libertad nace a partir de la negación del pasado.
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