Michael Mann I Estados Unidos I 123 min I 1981
Alabado sean las luces de neón y alabado seas Michael Mann. La superioridad estética que logra el director en Thief es una cosa de no creer. De otro planeta. Del drama de un ladrón de cajas fuertes que busca dar (esta vez sí) su último gran golpe para pagar las cuentas del pasado y así construir una vida reposada y en familia; nos encontramos con el insomnio de una ciudad con gigantismo y platinada. Con azules que brillan y hacen brillar los metales que por sus callejones circulan. Y es por esos callejones, adentro de esos huecos que ofrece la noche, donde Frank -nuestro protagonista, laburante del acero y las herramientas pesadas- se arrastra para conseguir su preciado botín y ponerle moño al atraco.
Como Taxi Driver, Thief recarga sus tintas sobre la tragedia del hombre moderno en una metrópolis de Estados Unidos. Mientras tanto, de fondo, el soundtrack de Tangerine Dream sella en sus sonidos electrónicos lo que ya se sabe: los 80 llegaron, los 70 ya fueron, no hay sueño americano tras el horizonte y para llevarse un cacho del queso la única opción que cabe es ensuciarse las manos, meterlas en el barro; en la sombra.
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