Ingmar Bergman I Suecia I 101 min I 1969
Otra vez el matrimonio mostrado como un monstruo de dos cabezas siempre a punto de autodegollarse por culpa de la incomunicación. Es que para Bergman la soledad -si bien molesta- a la larga termina siendo el mejor analgésico para el dolor que uno carga dentro. Nadie más que uno entiende sus propios demonios y sabe cómo tratarlos. Acá continúa con las mismas temáticas y esa línea ultra pesimista que ya había expuesto en Shame. La violencia bélica que rodeaba y funcionaba como expresión interna de los personajes es reemplazada por otra violencia tan o más absurda: la de un loco que aterroriza a la isla matando animales e incendiado graneros sin motivo aparente.
Al límite con la iluminación barroca del melodrama, el uso del color potencia esa furia contenida y la escupe hacia afuera con rabia. The Passion of Anna debe ser de sus películas más caóticas en cuánto a espíritu y organización narrativa. Bergman juega con la ficción y lo documental, con lo diegético y lo extradiegético, deja que sus personajes rompan la cuarta pared y hablen como los actores que son. Reflexiona sobre lo real, lo falso y el mundo de los sueños para devolverle al cielo las preguntas existenciales de siempre. ¿Dónde está Dios cuando se lo necesita? ¿Por qué duele tanto esto de ser insignificante?
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