Nicolas Pesce I Estados Unidos I 77 min I 2015.
Siguiendo la herencia del gótico sureño: la clásica locación rural en algún poblado del sur de Estados Unidos, la religión traducida en cruces y rezos como una moral que impera todos los órdenes de la vida, el granero que funciona como sala de tortura, etc; The Eyes of my Mother es una de las grandes revelaciones del terror de la última década.
La historia se inicia con Francisca. Su infancia es apacible y transcurre en perfecta armonía como toda vida campestre. Mientras su padre labura, su madre la interioriza en el mundo quirúrgico diseccionando ojos de vacas y demás manualidades. Vida de campo tranquila y al aire libre. Nada fuera de lo común. Hasta que la desgracia aterriza de golpe en forma de psicópata. Un desconocido con notorios desequilibrios mentales y el legado de Norman Bates grabado en el rostro, ingresa a la morada para saciar su pulsión homicida matando a la madre, sin saber que existen castigos más dolorosos que la cárcel. Este hecho dejará secuelas psicológicas en la pequeña Francisca y una catatonia inexpresiva que años posteriores se agravará hasta impedirle la distinción entre el bien y el mal.
Como operaprimista que no tiene nada que perder, Nicolas Pesce se rebela al prescindir del típico histeriqueo siempre previsible al que el género parece haberle vendido el alma. Y encima, no es para menos, toma la riesgosa decisión de colocar al asesino como protagonista. Inmiscuirse en una mente así puede llegar ser más perturbador que la espera de un probable ataque. ¿Con esto sacrificará ritmo? Seguro. Pero se la ingeniará con unos sorprendentes asesinatos en fuera de campo al mismo tiempo, que hará que de una bella fotografía broten los instintos más ambiguos que se ocultan debajo de la carne. A sangre fría y con un impávido pulso, el joven cineasta sugiere con una obra que por momentos péndula sobre el drama, otras sobre el thriller psicológico, pero en el fondo revela las huellas de un relato desolador en el sentido más humano de la palabra.
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