Marc Robson I Estados Unidos I 71 min I 1943.
De esos regalos invaluables que deja a veces el cine de bajo presupuesto. Me fascina esa impunidad de sumergir la metafísica del gótico en el charco urbano del noir y ver que sale. Ni en el más sórdido policial las calles de Nueva York se vieron tan sombrías como acá. Todo parece cubierto por un manto larguísimo y frío que no deja salidas a la vista y peor aún, a medida que va soltando sus pistas (en una administración de la información impecable para sus 70 minutos) nos envuelve y envuelve cada vez más hasta el cogote.
De la desaparición de una hermana, la intrusión de un detective y el asesinato prematuro de éste, se aterriza directo al corazón de una secta satánica de hombres trajeados y mujeres glamorosas que reclaman su derecho a mantener su franquicia terrenal del Diablo. Sin ritos ni sacrificios de esos que tanto gustan, el terror surge más del hueco del espíritu, de la reflexión peligrosa entre cuánto cuesta la vida y cuánto la muerte. El suicidio -siempre adelante, siempre detrás- no desaparece nunca y como una estela negra que pende del pecho de Jaqueline (¡Jeane Brooks corazón!) flota triste y decidido contaminando cada esquina de los planos.
Con secuencias oscuras, densas, que realmente asfixian, una escena en la ducha que resuena a Psycho pero 15 años antes y un presunto comentario lésbico ubicado subrepticiamente, The 7th Victim es una gema única del cine clase B dispuesta a seguir manteniendo su merecido estatus de culto.
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