Luc Besson | Francia | 1985 | 104 min
Debajo de la París fotogénica, debajo de la Torre Eiffel y sus perfumes lujuriosos, adentro de las vías subterráneas, donde la luz que llega es artificial y la húmeda se empalma en las paredes vive una horda de seres marginales. Drogadictos, alcóhlicos, perdedores hermosos, pungas que buscan su porción de queso en los pasajeros que entran y salen de los vagones. A ese submundo aterriza Fred: un loco que después de robarle unos valiosos documentos a un empresario multimillonario, no le queda otra que escapar y sumergirse donde nadie lo vea. Pero debajo de la tierra todo es posible y Luc Besson con su estética cínica e hiperestilizada para retratar el lado B de la sociedad francesa, arma un melodrama donde el paria puede engancharse con la adinerada, seducirla, enamorarla, comprársela digamos; y donde encima, a la pasada, en todo ese circo submundano que construye el director (algo que linda con la locura de Delikatessen de Jean-Pierre Jeunet y porque no, con Underground de Emir Kusturica) le queda tiempo para armar una banda de rock y llevarse un par de simpáticas amistades.
Lo mejor acá son los personajes que rodean a la pareja troncal. Un fisicoculturista que le mete a los tubos en la oscuridad. Un punga que andá por ahí metiendo manotazos en las carteras de las damas. Jean Reno en plan baterista. Los de seguridad y mantenimiento haciendo fiestas cuando la estación cierra. Un festín de personas hermosas y entremedio, ese amor no correspondido, imposible, con una coronación final extraída en obvio homenaje de A Bout de Souffle (1960).
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