Si existen películas de las que ya se ha dicho mucho y analizado de cientos de maneras, esta es una de ellas.
La construcción del misterio, principalmente en una sola locación, hace que este escenario se vuelva infinito como una pesadilla borgeana con todo lo asombroso que implica soñar.
Rosemary (Mia Farrow) recorre cada lugar como si nunca lo pudiera habitar, vive falazmente todo lo que forma su existencia. Sus vecinos, su relación de dominio bajo las garras de Guy (John Cassavetes), quien impone el mandato de las decisiones y naturaliza situaciones horribles ante la dueña de la historia y, también, el lazo con toda una casta kitsch que aparece brevemente como una escorrentía.
Rosemary's Baby es una historia que se presenta como un melodrama, después de un rato de confianza impone misterios, para terminar convertida en un banquete con escenas de suspenso con esquirlas de aquel cine de Hitchcock.
Una película maldita para quienes deciden vivir en el escepticismo.
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