Don Siegel I Estados Unidos I 80 min I 1954
Exigirle originalidad a una trama carcelaria es complicado desde el momento en que lo que ocurre en una prisión (ideal) es lo más anti dramático del mundo. Orden, repetición, subjetividad licuada. En fin, todo eso que Foucault se encargó de poner en palabras mejores y más rebuscadas que las mías. Frentes al funcionamiento de ese dispositivo disciplinario que corroe todo drama, cual podría ser en una cárcel aquella anomalía que rompa la cotidianidad sino un motín. Riot in Cell Block 11 relata ni más ni menos que eso: el inicio, desarrollo y fin de un motín. Los presos son los dueños del pabellón y exigen que las autoridades los escuchen y respondan a sus demandas.
Don Siegel logra adentrarse en lo que ocurre tanto dentro como fuera del edificio en un intento de analizar objetivamente el hecho (la película abre con un reporte televisivo sobre el aumento de los motines). Así, se va armando una situación en el que cada una de las partes involucradas -oficiales y reclusos- se van a ir subdividiendo a su vez en otras. Están los que bancan el pedido, pero no la forma, los que creen fielmente en la violencia, los que están dispuesto a todo. Del lado de las autoridades: el alcalde que considera pertinentes lo que piden los presos y los otros superiores que no quieren saber nada. Lo más llamativo de todo esto, y lo que convierte de alguna manera a Riot in Cell Block 11 en un vehículo para la crítica y la transmisión necesaria de un estado de situación, es el reclamo que exigen los presidarios. No es que quieren salir ni que les bajen la pena, están pidiendo por mejores tratos por parte de los guardias, más espacio y un poco de luz. ¿Sobrepoblación carcelaria? ¿Violencia institucional? ¿Alguien dijo Argentina?
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