La segunda entrega de Park Chan-wook en su trilogía de la venganza tiene un arista común con la época actual: el maldito encierro.
Ideado a partir de una adaptación de un manga de Garon Tsuchiya en esta historia se ponen en juego un millón de retorcidas ideas que van desde el incesto hasta algunos destellos cyberpunk en la pocilga del amigo del protagonista principal.
Dae Su Oh es encerrado durante quince años en una habitación de hotel donde su única compañía es un televisor de tubo que, de vez en cuando, le ofrece la cercanía de algunos descoloridos y pixelados humanos que juegan a escapar de sus realidades así como también le ofrecen una dudosa coartada de su condena. De un momento al otro, es dado en libertad sin motivo aparente. Su búsqueda de venganza lo hará intentar regresar y hacer pagar a los verdugos de su salud mental.
Una película que va directo a las fundamentales de los fanáticos de dinamismos a partir del redireccionamiento de las historias.
Si bien son prácticamente contemporáneas unas con las otras, debido al fanatismo de Tarantino con el cine asiático y su gran presión en la industria occidental para que este tuviera el reconocimiento que merece, pareciera que esta trilogía dialoga con Kill Bill y si bien la de Park Chan-wook ya finalizó, que nos hace pensar que quizás en un futuro mas que breve veamos a Uma Thurman sumergiéndose nuevamente en grandes volúmenes de sangre.
Si es verdad que no hay futuro, me lo creo yo.
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