Ingmar Bergman I Suecia I 80 min I 1962
La fascinación de Ingmar Bergman por la naturaleza humana es una hecho sabido. Cada una de sus películas es un punto más que le sirve al realizador sueco para unir y buscarle un sentido a la existencia, más no sea para seguir empantanándose cada vez más. A fin de cuentas, el cine de Bergman es uno que dispara preguntas al aire, donde sus personajes arrojan sus angustias a un cielo en el que habita un Dios parco. O porque no, y bien lo demuestra Nattvardsgästerna; un Dios ausente que solo devuelve ecos y ecos de un silencio atroz.
La paradoja acá es que tratando un tema como la fe, el largometraje es lo menos trascendental del mundo y en consecuencia, la más monolítica de su filmografía. Hay un pastor, una iglesia y una comunidad reducida de comulgantes entre los que se encuentra un hombre al que un vacío existencial le ha perforado un pozo tan hondo que no sabe cómo salir. La cuestión es que ese pozo también habita en el pastor –quien desde la muerte de su esposa, no se ha recuperado- y de seguro también habita en cada uno de los feligreses que religiosamente asiste al templo. Y digo que es la menos trascendental porque Bergman más que encontrar la calidez del mundo (como sí lo consigue, tal vez, a fuerza de exageraciones,el cine de Terrence Mallick) lo que sobra acá es encierro. Afuera, la nieve sepulta cuerpos. Enfría. Mientras que adentro, la capilla no pareciera contener una temperatura tan variable. Cada plano entonces es inmóvil, semi estático. Un cáliz. El ritual de la eucaristía. Un cadáver. Ritos, ritos y más ritos. Palabras, palabras y más palabras. No hay desorden. No hay errores. No hay espacio para la sorpresa de lo divino. Lo que es, es y ya. Tedio y silencio. Fe disecada y un dios que en su negrura eterna, calla y duerme la siesta.
Nattvardsgästerna o lo que se dice "un saque kierkergaardiano de 80 minutos".
Bình luận