"Hay una escenografía de la espera: la organizo, la manipulo, destaco un trozo de tiempo en que voy a imitar la pérdida del objeto amado y provocar todos los efectos de un pequeño duelo, lo cual se representa, por lo tanto, como una pieza de teatro.
La espera es un encantamiento: recibí la orden de no moverme. La espera de una llamada telefónica se teje así de interdicciones minúsculas, al infinito, hasta lo inconfesable: me privo de salir de la pieza, de ir al lavabo, de hablar por teléfono, incluso; sufro si me llaman; me enloquece pensar que a tal hora cercana será necesario que yo salga, arriesgándome así a perder el llamado.
Todas estas diversiones que me solicitan serian momentos perdidos para la espera, impurezas de la angustia. Puesto que la angustia de la espera, en su pureza, quiere que yo me quede sentado en un sillón al alcance del teléfono, sin hacer nada" esto decía Roland Barthes en su hermoso Fragmentos de un Discurso Amoroso y creo que es una gran reseña para este film de domingo.
Una película dedicada a los amores de toda la vida, a los correspondidos, a los que no. A los amores de verano, a los fugaces, a los trágicos y a los desilusorios si es que existe esa palabra. A los pasados, a los presentes y a los futuros.
Ana y Otto nos presentan una historia sobre la causalidades que llevan a conformar lo que llamamos destino en una obra que si la agarras medio border posiblemente te deje mirando un punto fijo entregadx a lo trágico como hermoso de enamorarse.
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