La soledad como artista principal.
Delphine viaja, va a una cena, la cuestionan por su vegetarianismo. Está sola.
Delphine recorre los Pirineos y las playas francesas. Está sola.
Delphine camina y se esconde para escuchar una reflexión sobre Jules Verne y el rayo verde final del atardecer. Está sola.
Delphine se baña en el mar y toma sol. Está sola.
Delphine llora por compromisos que no puede cumplir, la abrazan. Está sola.
Delphine irrumpe en llanto al sentir una especie de nausea existencial tan bien descripta por su compatriota Sartre. Está sola.
Delphine intenta relacionarse socialmente mediante el coqueteo al acompañar a una mujer sueca. Está sola y corre.
Eric Rohmer con Le Rayon Vert y el acompañamiento en escritura de la historia por parte de Marie Rivière, la también interprete de Delphine, logra uno de los relatos mas sensibles que se hayan hecho jamás sobre la eterna búsqueda en la incertidumbre existencial que suele acechar a la humanidad desde el comienzo de la misma.
Todos los diálogos están bien logrados y a partir del manejo variado de la paleta de colores entre paisajes y vestimentas, donde frecuentan principalmente los colores primarios y secundarios, congenian un amalgama perfecto para que este relato vaya calando hondo dentro de las heridas que nunca sanaron en el sistema nervioso central del espectador.
Mientras la miraba me gustaba pensar en Sans toi ni loi, en un universo donde Mona sigue viva y que al terminar su juventud vertiginosa y, luego de vivir algunos años en tranquilidad, vuelve a retomar una aventura pero con toda una vida ya transcurrida sobre la cual repensarse. Pero tan solo puede llegar a la conclusión de que todos estamos condenados a la libertad, razón por la cual el peso de la soledad mental aumenta con el transcurrir de los granos de arena, que pasan de un compartimiento a otro, definiendo la medida maldita del tiempo.
Si te gusta el cine similar a lo que hace Linklater con su trilogía Before, esta es tu película.
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