Raúl Perrone l Argentina l 1994 l 62 min.
Empezando en el mismo lugar, una y otra vez. Pidiéndole a los santos que sea un buen día mientras se quema el primer puchito en medio de una calle vacía. Juan recorre las calles de un Ituzaingó que se cae de embole. En el que solo frecuenta a un par de amigos, a la chica que le gusta y algunos pocos personajes del barrio. El Ituzaingó de Perrone -borroso y en blanco y negro- bien podría ser tranquilamente cualquier otro lugar en el que no pase absolutamente nada.
Solos, adolescentes, yendo de un lugar a otro pero partiendo siempre del mismo día tras día. Calentándose, jugando fichines, escribiendo cartas de amor'nt. Lo único que los observa, además de un gorra eventual, es la cámara en forma de iris de Perrone (que por cierto la hizo de tiro en tres días) siguiéndolos, buscando algo para hacer, charlando con culos, escuchando los Caballeros de la Quema.
En esta película todo es precario el lugar que habitan, en la crisis económica que subyace, en sus relaciones personales, en esos espacios y en cada plano del film, en cada plano que Perrone hace: poco para ver, poco para hacer.
escribió Sofía Rossio (@rozz.z7)
Comments