Phil Morrison | EEUU | 2005 | 106 min
Simple y cortita como toda buena peli de cine independiente estadounidense. Antes de que éste se vuelve primero un género, luego un cliché en sí mismo, Phil Morrison desenfunda su encanto por la historia mínima y el subtexto difuso, inmenso. Muy en la vibra Old Joy, de hecho, muy Reichardtiana si es que existe un término para ese mood. El argumento parte de un contraste y el contraste es un clásico: ciudad vs periferia. Un hermano recientemente casado con un galerista de arte emprende un viaje desde la urbe hacia el interior y a la pasada, se detiene a visitar a a su familia. En dos o tres miradas, entendemos que entre él y su hermano menor hay un abismo y es ahí donde la cámara de Morrison elige posarse asumiendo parcialmente el punto de vista de la más citadina de todas: su mujer. Así, el presente en movimiento de unos se enfrenta a las frustraciones de los otros. El que se fue y el que se quedó. La ilusión adquiere la contextura de una palabra hueca y el ritmo cansino de la vida de pueblo, una veta agridulce. Por un lado, hay un encanto hacia el bucolismo de un jardín bajo el sol tremendo; y por el otro, el tiempo suspendido encerrado en una habitación vacía pesa y se enrueda en la garganta. Es sobre este clima tirante donde el personaje de Amy Adams tiene rienda suelta para mover el sustrato. Como el Di Caprio de What's Eating Gilbert Grape, su sonrisa fulgura a más no poder. Cada aparición suya recompone la quietud del resto y por más ingenuo que sea su comportamiento, ella es la única capaz de inyectar estímulos de esperanza en el hogar.
En fin, así es con la familia, institución compleja, depósito de malestares mudos y sueños frustrados. Morrison la filma como un organismo desmembrado, con sus respectivas partes sin vida propia. Nunca habrá un plano conjunto que los reúna a todos. Cada uno está atareado en su posición estática y el fuera de campo no es más que una idea fosilizada de la cual ni hace falta hablar. Frente al silencio, ahí están las melodías de Yo La Tengo para llenar el recipiente y hacer más amena la estadía.
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