Mariano Báez l Argentina l 98 min l 2015.
Los noventa. Convertibilidad. Privatización. Menemato. Oro trucho. Farándula. Pizza y champagne. Papelitos de colores brillando en televisores de tubo. Y debajo de toda esa fachada, la posta. Una realidad cruda que no salía en los medios ni tenía la fuerza para levantarse. En ese contexto, en lo más under de lo under, tres jóvenes arman una banda para matar el aburrimiento, el sinsentido y la confusión. Un bajo mecánico tocado por un Tomás Nochteff parido en las venas grises de Joy Divison. Una batería inquieta pero firme con la que Javier Aldana terminaba de construir el ritual. Y la voz de Pedro Amodio quien más que cantar, hablaba como un documentalista omnipresente que relata sin matices lo que ve en la vereda. Ritmo, melodía y letra, o como bien dicen ellos: el esqueleto de la música. Cuando el cinismo arrasa con todo. Cuando no hay más verdades a las que aferrarse solo queda una última cosa antes del vacío total. Esa cosa se llama Dios.
Necesario e iluminador. Lo que viene a hacer el documental de Mariano Báez es darle forma, un volumen y unos límites determinados al mito del trío pero sin llegar nunca a perforarlo del todo cosa de mantener intacto el misticismo y el halo maldito que lo rodea. Las herramientas para lograrlo son mínimas: apenas algunas valiosísimas imágenes en VHS de recitales inéditos más el testimonio de los integrantes, amigos, periodistas, y distintos personajes que sin saberlo fueron testigos del paso fugaz de una banda que nació para morir prematuramente. Un Dios sin esperanza, sin futuro, pero con destino de culto.
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