El director alemán de la ya publicada Paris, Texas, Wim Wenders nos trae una maravillosa obra gestada en la mejor época del cine -desde la subjetividad de quien escribe- como lo fueron los 70s con los destellos totales de la libertad creativa para enfrentarse a un mundo extraño.
Lo de Dennis Hopper y Bruno Ganz en esta película es una maravilla y pareciera que paralelo a esta historia también están sucediendo The French Connection (William Friedkin) y The Conversation (Francis Ford Coppola).
Suspenso y desconfianza sembrado por el mundo previo a la total globalización en un mundo a partir de una historia que se va contando con la paciencia necesaria para lograr el clima que se propone. Tom Ripley es un usurero del mercado de arte que coincide por causalidad con Jonathan Zimmermann, un marquista en descomposición ya que su estado de salud se agrava minuto a minuto.
Estos dos personajes irán aumentando su relación hasta llegar a un juego total de dominación con ciertos tintes eróticos entre dos pakis que Wenders decide poner entre líneas.
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