Andrew Jarecki I Estados Unidos I 2003 I 107 min
Lo que en principio iba a ser una película sobre celebraciones de cumpleaños en New York y personajes del entretenimiento, una vez que el director escarba en la biografía del reconocido payaso Silly Billy descubre la hilacha de una historia superior. Silly Billy es en realidad el nombre artístico de David Friedmans, integrante de la familia Friedmans, quienes a fines de los 80s se vieron enroscados en un caso mediático de pedofilia. Arnold Friedmans, su padre, un profesor que daba clases de informática en su casa, fue acusado junto a su hijo Jesse (hermano de David) de haber perpetuado cientos de actos de sodomía a sus alumnos. Pero lo que viene a hacer el cineasta está lejos de seguir la lógica del típico documental policial. Prefiere entonces meterse en el retrato de la desintegración familiar y el canal principal es una VHS que circula en el interior del hogar, registrando las cenas, los almuerzos, las discusiones que crecen como vapor en esa propiedad de una comunidad de clase media que ahora hierve como una cacerola a presión.
¿Es Arnold culpable? Para sus hijos definitivamente no. Para su mujer Elaine la respuesta es color gris. Lo mejor es abrazar la duda, por eso, no sabe, no contesta aunque viéndole la cara en el fondo de los fondos no le parecería raro reconocer la veracidad de todo lo que se dice. Entre el inicio de la investigación que surge con la llegada de una revista pedófila a la casa directo desde Holanda hasta el día del juicio final, la convivencia durante ese tiempo es asfixiante y eso es lo que más vemos. Osea, una mujer duerme y se despierta con un marido del que sospecha que pueda ser pederasta, mientras tres hijos confían plenamente en la inocencia de su padre. Y para meterla más polémica al asunto, el documental no se tira ni por un bando ni por el otro. Le mete suspenso, se queda callado, deja que hablen los “culpables” y con las confesiones que hay de las víctimas, las presenta como una bola de nieve donde los más terribles actos pudieron haber sido tanto verdad como mentira.
Capturing the Friedmans es un docu jodido, a veces se le nota lo imparcial y la info cajoneada, otras destella con sus críticas a los medios masivos y el manejo de ciertos casos que merecen una mayor sensibilidad. Mientras, el cerebro de uno sigue ahí, procesando la data, los acontecimientos, girando en un charco nauseabundo.
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