A sus 25 años, James no conoce lo que es el mundo exterior. Nunca salió de joda, nunca tomó un mililitro de alcohol. Sus interacciones con gente de su edad son nulas y su vida reside en mirar horas y horas de un programa televisivo infantil bien croto donde un oso de peluche gigante va pasando de aventura en aventura mientras lucha contra un sol gigante como el de los Teletubbies. Por X razón, su homeostática existencia al cuidado de unos padres sobreprotectores, se desestabiliza y James sale a la luz. Es decir, vuelve a nacer. Regresa a su familia original y con esa vuelta comienza una severa transformación donde reconoce que el mundo es más grande que la cuadratura de su televisor y que le queda una bocha por aprender.
Brigsby Bear es una de esas feel good movie que por momentos traiciona y se pone turbia. Pero más allá del trasfondo sórdido, es el personaje que interpeta Kyle Mooney el que pide que lo sigamos en su aventura por esa adultez express que tiene que atravesar. Liberarse del pasado, dejar el cascarón, S O L T A R. La lógica de Brigsby Bear es bastante simple pero la forma en que el protagonista impone su inocencia es lo que irradia una ternura que da luz a toda la película.
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