top of page

Angst [1983]



Gerald Kargl I Austria I 83 min I 1983.

Que sé yo si esto es o no es realista. Si una víctima debe gritar o quedarse en silencio. Si debe oponer o no resistencia. No sé como sucede realmente un homicidio y la verdad -como de seguro deben haber tantos asesinatos como asesinos- me importa muy poco. De lo que sí estoy seguro es que el pánico que transmite Angst es uno que te toca sin preguntar, te atraviesa sin aviso y por eso, es más real que el de cualquier pantalla regurgitada en sangre que se pueda encontrar en todo el cine de terror de los 80. Y claro, la geografía tiene mucho que ver. Estamos en un poblado en Austria donde las calles están semi-vacías y la tranquilidad de los lugareños es horror camuflado. Donde el paisaje carga con un aura desangelado, y donde, si a Dios se le ocurre aparecer, es siempre desde lo alto del cielo como una cámara de vigilancia que observa detenidamente a su bestia, pero por las dudas, no se entromete.

Si Angst es o no es provocadora tampoco me interesa (aunque bueno, es de las favoritas de Gaspar Noe, lo cual medio que dice todo). Sí es una película que no entrega ni siquiera una fuga que desinfle la densidad del panorama. De entrada nos revuelve, nos sacude y por más que uno no quiera, no nos deja más opción que ocupar el punto de vista del asesino. Siempre me maravilló el uso de esa cámara montada al personaje y ese efecto de desafección con el entorno que hace que nos quedemos con él mientras todo el fondo se mueve. Si su psiquis se estremece, la película entera también lo hace. Si el pánico le sube como un termómetro incontrolable, todo el universo del film actúa por contagio.

¿Habrá algún otro serial killer más vulnerable que éste? Un tipo anónimo. Apenas con una biografía que delata una infancia de abuso familiar y de un complejo de Edipo mal desarrollado. ¿Víctima, victimario o las dos en simultáneo? Mírenle el rostro. Ahí hay más terror que en toda la saga de Halloween junta. En esos ojos que no entienden porque hace lo que hace pero igual lo hace. Que no mata porque quiere sino porque no puede dejar de hacerlo. Pero la fantasía sádica que rumia y lo excita, nunca queda completa, nunca lo satisface. El deseo queda a medias. La sangre no salpica lo suficiente. La posición de los cadáveres no es la correcta. El plan se deshace a la más mínima variación y cuando eso pasa, todo es impotencia, frustración y -como atado a un círculo interminable- todo puede ser todavía peor.


Comments


bottom of page